Entre imágenes nos encontramos hoy día con la visión distorsionada de lo que es un joven.
1. Un joven no quiere aprender
2. Un joven no quiere leer.
3. Un joven se niega a aceptar aquello que le doy como obsequio, el conocimiento.
¿Pero esto es una realidad? ¿Cuándo nos hemos interesado por aprender de ellos? En lo personal debo admitir que la he fastidiado en tantas ocasiones con mis hijos o con mis estudiantes. Soy de esos maestros que quiere hacer algo diferente, pero no sé cómo implementarlo, deseo ser un ente de cambio, pero no encuentro a mi alrededor más herramienta que dar el ciento por mil, a mis estudiantes, pero es repitiendo los mismos procesos que a mi me fueron impuestos.
Tiempo de lectura en mi salón de clase, para mi fue un logro, hoy veo que no lo fue de un todo ya que fue algo impuesto. Sin emgargo, muchos de estos estudiantes no sabían que les podría gustar leer, ya fuera una historieta, una novela gótica o más aún el cuento de la vida de otro joven. Veo la filosofía, sé que es el inicio de aquello que se irá formando a través de las diferentes experiencias. Pero realmente estoy preparada para nutrir a mis estudiantes con algo más que no sea conocimiento. Esa parte debo admitir me produce miedo y me produce dolor el no verme capaz de aceptar que ellos necesitan mas un abrazo que reconocer un dibtongo.
Hoy he recordado varias ocasiones diferentes, unas de ellas ha sido un chico que comenzaba a temblar cuando le tocaba trabajar a partir de unas instrucciones. Yo no podía comprender: el "No entiendo" lo encontré desalentador y en algunas ocasiones ofensivo. Al final del año conozco por entes del destino a sus padres y me doy cuenta que la madre no le ha dejado crecer, que ha sido mantenido en un tiesto para no desarrollar más allá, de lo que según ella, él puede hacer. Con el alma en el piso me dedico a ayudarle a hacer su tarea final, pensando que es la única forma en que puedo ayudarle. En un momento estoy tan ocupada que él sigue trabajando por unos segundos a solas y así me lo explica. Él jamás podrá saber lo importante que para mi fueron esas tres oraciones. Esos tres diálogos, aún cuando después me dijo no saber cómo continuar. Se lo agradecí, pero noté en él, el "No entiendo" pero luego lo compartí con diferentes amistades, no por mi "logro" sino por su LOGRO. Hoy sé que es un joven castrado por sus padres, y el estilo Montessori me dice que no puedo ir atrás para arreglar lo que fue perjudicado, sin embargo, como observadora de la naturaleza humana, me niego. Tiene que haber una manera, no solo por él... si no por mis hijos a los que en algunas de sus etapas fui yo quien castre su desarrollo.
Hoy destruyo lo que soy, comenzar a ser lo que seré en el futuro, aunque admito no saber dónde terminaré...
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