Durante
esta semana en varias ocasiones he pensado que no sobreviviríamos. Ya el cansancio
había llegado y las ganas de salir corriendo eran muchas. Haciendo un análisis
del pasado año veo que se hizo mucho. Que logre menos de lo que deseaba, pero
lo que aprendí de mis jóvenes maestros fue mucho.
Cada uno de
ellos (135) fue un regalo, muchos aún no entienden que son importantes por ser
quienes son, pero de seguro tendremos otra oportunidad de chocar… en este
camino que ha demostrado ser para nada aburrido.
Lo que sí
me ha quedado claro es que un fenómeno que me pareció exquisito, mi comunidad
de salón hogar, demostró haber crecido en comprensión y aceptación de unos a
otros. No sé si fue la combinación de estudiantes, que estoy seguro que más del
80 por ciento del éxito se debe a ello. O el yo seguir el ejemplo de mi guía.
Sí sé que en muchas ocasiones me pregunte qué haría ella en mi situación.
Primero, sonreír, segundo aceptar… tercero amar incondicionalmente… que es lo
más difícil y luego hablar. Creo que del
uno al diez me doy un 7, me falta mucho por aprender… pero si me quedo claro
que uno de los temas a investigar es este desarrollo intrínseco sobre la
creación de comunidad.
Esta semana
nos despedimos y escuchar mis palabras siendo citadas por mis estudiantes, el
verlos llorar entre ellos, conmigo y aceptar las palabras de otros, mientras se consuela el
alma herida, me ha demostrado que ha sido
un inicio espectacular…
10 Ámbar 2016 |
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